El Deporte Extremo: Un fantasma ante los medios de difusión

Por: Jesús Adrián Rodríguez Corona

Foto: Depor.com
Foto: Depor.com

¿Qué pensamos cuando escuchamos la palabra “deporte”? muy posiblemente pensamos sobre todo en fútbol, basquetbol, beisbol y fútbol americano, pero no hay que responsabilizarnos completamente de ello: son los deportes más vistos, practicados, conocidos y difundidos no sólo en nuestro país, sino a nivel mundial.

Tal vez habría que preguntarnos ¿por qué no conocemos más deportes? o ¿por qué si los conocemos no los vemos transmitidos por los medios de difusión colectiva que son el vehículo más poderoso? De los diferentes medios, el que probablemente  más ha contribuido a la difusión, popularización y proyección de los deportes olímpicos, convencionales y “tradicionales”, es la televisión;  a veces limitándonos  a conocer ciertos deportes.

Claro que, no podemos responsabilizar de nuestro consumo del deporte/espectáculo solamente a los medios como la televisión, ya que en cada país prevalecen y se practican diferentes tipos de deportes de acuerdo a las características naturales del mismo (geografía, hidrología, clima, vegetación) así como a su economía, costumbres, tradiciones y cultura.

Continuamente el deporte es confundido con la actividad física, aunque hay profundas diferencias; una de ellas es que un deporte implica reglas, entrenamiento físico y cuenta con un sistema de competencias claramente establecido, mientras que la actividad física de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), es “cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos que exija gasto de energía”, es decir, el solo hecho de mover la cabeza de un lado a otro, lavar los trastes o bañarse diariamente pueden considerarse como actividad física. Asimismo, realizar yoga, trotar en la caminadora, pedalear en casa en la bicicleta fija o realizar abdominales en el parque, son actividades físicas que fortalecen el cuerpo y mejoran la salud, pero en sentido estricto no son deporte, toda vez que carecen de reglas para su realización en un sistema de competencias convencionalmente establecido en contienda o enfrentamiento.

Nuestra sociedad ha ido olvidando a aquellos deportes que dieron origen a los que actualmente conocemos, como era el famoso juego de pelota mesoamericano (tlachtli en náhuatl) en la época prehispánica , el cual consistía en meter una pelota de hule macizo que pesaba alrededor de 4kg, en canchas con anillos colocados en las paredes de templos sagrados y donde los triunfadores eran premiados siendo sacrificados en ofrenda a las deidades; también en coliseos y anfiteatros romanos donde hombres de diversas procedencias y condiciones físicas se medían entre sí o se enfrentaban a guerreros profesionales e incluso a  bestias para determinar quién era el mejor arriesgando sus vidas.

El deporte como espectáculo  en el mundo contemporáneo bifurca a los deportes en vendibles como negocio y los otros, los que no se venden de manera masivo/industrial. Así mismo, los deportes se dividen entre los tradicionales y olímpicos y los denominados deportes extremos: los deportes que generan mucho dinero para las empresas y que puede practicar casi cualquier persona, versus los deportes de alto riesgo y que sólo unos cuantos pueden practicar debido a una falta de cultura deportiva y principalmente, al alto costo del equipo que se necesita para practicarlos, además de ser poco apoyados por los medios de difusión, las empresas y los patrocinadores poderosos, así como por la publicidad de bombardeo “masivo”.

Si al mínimo apoyo de las empresas y los medios de difusión, le agregamos el desconocimiento de los deportes no “comerciales” por parte de la sociedad y el poco interés de los gobiernos, nos encontramos ante un panorama poco alentador, ya que las empresas sólo impulsarán unos cuantos deportes: los más vendibles, los mediáticamente más populares, aquellos que generan enormes ganancias. De igual modo, en los medios de difusión colectiva, todo gira alrededor del capital, y aquello que no produce utilidades no es negocio, y por lo tanto, un deporte no rentable será un deporte ignorado, omitido y despreciado por las grandes cadenas televisivas, radiofónicas y editoriales.

Paralelamente, muchos deportes de los llamados olímpicos, tampoco obtienen el apoyo de los medios ni de las instancias gubernamentales. Año con año se ha visto afectada presupuestalmente la Subdirección de Calidad para el Deporte (responsable del alto rendimiento) de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) y del Comité Olímpico Mexicano (COM)  las áreas clave para respaldar a los atletas en un año de Juegos Panamericanos, Universiada Mundial, y varios campeonatos mundiales que darán clasificaciones a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.

De forma similar, hemos visto continuamente a algunos atletas de alto rendimiento quejarse de que asisten a las competencias sin equipo, o que incluso, ellos mismos pagan para asistir a las justas deportivas. En este sentido, prácticas reconocidas como deportes olímpicos y con antigua data de tradición no son impulsados por la industria mediática del espectáculo “masificante”, como es el caso de la esgrima, el tiro con arco, la alterofilia, etcétera, menos aún muchos de los denominados deportes extremos como son los casos del skate, la tirolesa, el montañismo, o el sanboard; mientras que otros como el esquí acuático, el vuelo en planeador, en ultraligero, el paracaidismo, la motonáutica, la espeleología, el cuatricíclo o el airsurf están destinados a un nicho compacto de practicantes que pueden contar con los altísimos recursos que implica desarrollar esas actividades y los realizan al margen de los grandes medios y la parafernalia de la hiperpublicidad gracias a su capacidad de ingreso y consumo.

Desde el nacimiento de la televisión comercial, el deporte ha estado presente en la pequeña pantalla a través de la transmisión de partidos, campeonatos, festivales y exhibiciones de los deportes tradicionales y convencionales, alcanzando a situarse como el espectáculo familiar, cotidiano y “masivo”, dando lugar a la aparición de nuevos canales restringidos que, al igual que la televisión abierta, han encontrado en el deporte una actividad que garantiza elevadas cuotas de audiencia, y con ello, capital, mucho capital, pero sólo con los deportes comercializables.

Por lo tanto, podemos sostener que los medios de difusión son una industria a la que sólo le interesa el negocio, sin criterios éticos para proyectar los beneficios que aporta a la salud la práctica deportiva ni su función social como medio catalizador de la presión social y reconstitución del tejido colectivo.

En términos generales –no absolutos, pero sí mayoritarios- la sociedad se ha cerrado a la diversidad deportiva, se ha conformado con contemplar algunos  deportes en lugar de practicarlos, las industrias mediáticas nos han convertido en deportistas de sofá, botanas, refrescos y cervezas. No resulta gratuito que los mexicanos seamos el país número uno con obesidad y con el mayor consumo de refrescos y productos chatarra.

Lo más extremo de los deportes no extremos con los que se bombardea a la sociedad, es apegarse al modelo de vida que los medios nos ofrecen como “ocupación del tiempo libre”: El consumo pasivo y contemplativo de deportes que nunca practicamos y sólo idealizamos alienadamente.


(Este texto fue desarrollado por su autor durante el Seminario de Titulación de la carrera Medios de Comunicación para el Prototipo Técnico “La presencia de los deportes extremos en los medios de difusión colectiva. Análisis, investigación y monitoreo” bajo la asesoría del profesor Cutberto Bastida Arias. Julio 2015)